Despierto tras una muy mala noche a causa del frío y la humedad de mi
cabaña, además el dolor ciático que me aqueja desde hace tiempo se ha elevado
al cubo esta noche. Me siento terriblemente cansado. Salgo de mi cabaña y al
ver mi moto en ese estado aumenta mi desánimo. La ropa y el interior del casco
no se han secado completamente, aunque empieza a darme igual. El cielo sigue
encapotado, lo que presagia otro día de lluvias. Preparo el equipaje para el
agua, me visto convenientemente yo también e inicio el recorrido. A los 100 km,
el retrovisor se suelta de nuevo.
No es mal sitio para parar |
Tengo la tentación de dejarlo correr, pero ir
sin retrovisor puede resultar peligroso y decido parar a arreglarlo. Parada
técnica en Vilhemina, repostaje y parada técnica también para el piloto. En
algunas estaciones de servicio de por aquí, hay que pedir la llave del baño.
Ocupado. Dejo pasar el tiempo tomando un café. Vuelvo a pedir la llave: ocupado.
Otro lapsus de tiempo... ocupado. Os preguntaréis porqué tanto interés en ir al
baño cuando es posible parar en cualquier parte y solucionar el tema. Os reto a
que paréis por aquí a hacer una meadilla. Cien mil millones de mosquitos os detectarán
y se lanzarán a lo banzai contra vosotros, tratando de picaros en cualquier
parte. He dicho cualquier parte. Pues bien, parece imposible conseguir esa
llave, así que me marcho. Ya sobre la moto, la chica de la estación sale con la
llave y me la da. Eso es apiadarse del viajero.
Nadie se mete con mi moto. |
Harto ya de ver rayadas en el depósito, decido colocar la bolsa de imanes
atada atrás. Con mi kawa nadie se mete. Mientras pienso cómo solucionar el
tema, alguien se dirige a mí en español. Es un chileno que tras arruinarse en
su país decidió buscarse la vida en Noruega, está de viaje con su mujer y su
hijo. Hablamos de todo un poco y acabamos, cómo no, con la crisis. “El problema
de ustedes es la corrupción” sentencia. Así nos ven por aquí. Es un dolor
compartido con hispanoamérica, pues parte de su ruina se debió precisamente a
eso. Poco después se dirige a su coche y vuelve con un pulpo con el que atar mi
bolsa. “Le va ha hacer más servicio a usted”. Es curioso, pero parezco
despertar la solidaridad de la gente, o tal vez la compasión. El chileno me
confiesa que siempre soñó con un viaje en moto como el mío. Tal vez sea esa la
razón.
Prosigo mi camino, pero tras no más de 30 km, el GPS se apaga. Sustituyo el
conector USB por el de reserva, pero no parece ser ése el problema, algo más grave sucede con las
conexiones de la batería, sospecho de un cable suelto o roto. Desmonto el
asiento para llegar a la batería y efectivamente, el cable del accesorio garmin
no ha aguantado el trote.
Salgo en defensa de mi kawasaki para decir que todas
las averías por el momento se deben a las chapuzas que le hice para instalar
accesorios para el viaje, la moto en sí va de maravilla a pesar de las palizas
que le doy. Soluciono el tema con otra clase magistral de McGiver, y al ver que
todo marcha doy un grito al silencio del bosque y alzo los brazos en gesto de
triunfo. Un vehículo que circulaba en mi dirección lo interpreta como una
llamada de socorro y se detiene. Me pregunta si tengo problemas, le respondo
que los tenía, pero pude solucionarlos. Lo que vieron fue mi salto de alegría
por el éxito. Se marchan riendo deseándome buen viaje. Al tratar de montar las
piezas que cubren la bateria, detecto que una de las roscas hembra, unas que
van envueltas en goma, se ha metido por debajo de la carcasa del asiento, ente
éste y el guardabarros trasero. Sólo tengo el pequeño orificio donde va la
rosca y una hendidura para hacer el trabajo de precisión quirúrgica que
requiere sacar eso de ahí. Con mi ubícua navaja suiza metida en la hendidura y
unas pinzas, consigo enroscar el tornillo en la hembra y sacarlo tirando de él.
¿Parece fácil? Tratad de hacer eso mientras varios escuadrones de mosquitos
lanzan ataques coordinados contra tu cara. Son tan insistentes que hasta se
metían en la nariz al respirar. Conseguí sacar ese tornillo, en la mejor
demostración de temple que he hecho en mi vida. Si leen esto los de kawasaki... si, lo de esas roscas sí que es una chapuza vuestra.
Houston, tenemos otro problema... |
Reemprendo la marcha, se me ha hecho muy tarde,
por lo que esta vez apuro el depósito. Llego a una población en donde se
anuncia fuel, tras mucho buscar, encuentro lo que parece un container con un
sólo surtidor pegado.
Funciona con tarjeta, pero en el momento de seleccionar
el surtidor, la interface vuelve al inicio. Me dirijo a una casa vecina por si
pueden echarme una mano, la mujer no entiende de surtidores. Me informa que la
siguiente gasolinera está a 100 km. por delante o 40 atrás. No tengo ni para
recorrer la décima parte de eso, y me veo con serios problemas. La mujer me
dice que llamará a alguien para que me ayude. Regreso al surtidor, y tras
varios ensayos, compruebo que al retirar la tarjeta ANTES de elegir surtidor,
funciona. Hasta ahora, había que retirarlas DESPUES, de ahí mi ineptitud.
Mientras reposto, se acerca un abuelete muy sonriente: son los refuerzos que
mandó la mujer. El abuelo, sin dejar de sonreir, hace el gesto de retirar la
tarjeta del surtidor, y pulsar la pantalla. Parece que no soy el primer memo
que se encuentra. Me desea suerte, y se va, tan tranquilo y feliz. Creo que en
otra parte ya me habrían insultado un par de veces hoy.
Eso es una gasolinera |
Sigo adelante, embelesado por la fantasmagórica
luz del sol en estas latitudes, que confiere al paisaje un aura de misterio,
una irrealidad onírica. A 10 km. de Jokkmokk, cruzo el Círculo Polar Ártico.
Hay una línea pintada y un mojón indicador, un chiringuito que extiende
certificados y vende souvenirs, y poco más.
Tengo entendido que por la
carretera de la costa báltica hay más tinglado turistilla.
Decido pernoctar en Jokkmokk, pero los dos
cámpings de la localidad estan llenos. Pruebo suerte en el hotel, y consigo
habitación. Sin desempaquetar, me dirijo al centro del pueblo, pues es tan
tarde que temo no encontrar dónde comer. Localizo una
pizzeria-kebab-loquequieras, que ya me vale. Los dueños son de Iran, están a
punto de cerrar, pero me admiten. Mientras ceno, hablamos de esto y aquello, y
el hombre me confiesa que tiene planificado comprarse una casa en Alicante, junto
a un hermano suyo. Dice que se sabe por aquí, que en España hay demasiadas
viviendas y que empiezan a venderlas a pares. Así nos ven, de nuevo. Al
despedirnos, me regala una lata de refresco para que me la tome tranquilamente
en mi habitación del hotel. Sigo despertando solidaridad y compasión a partes
iguales. Regreso al hotel con la sensación de haber hecho muy pocos kilómetros
hoy, pero mucho recorrido.
Hola Ricard Artico!!! Te cuento que después de varios días sin leerte ahora se me acumula la feina, pasan los días y los relatos y me atraso cada vez mas. Finalmente debo confesar que perdí el punto de contar las aventuras del motero vestido de negro, sembrando el terror entre esa buena gente. No sé explicarlo muy bien, pero es algo parecido a Forrest Gamp que de repente deja de correr. Llevado por el entusiasmos lo empecé a escribir, pero no me repuse del reno muerto y la puta lluvia arruinándolo todo. Verguenza tendría de mi la Burgos, pero no me salió seguir escribiendo, y esta historia pasará a formar parte de mis historias inconclusas, que ya van varias. Estoy dedicado de cuerpo y alma a pensar como mierda sacar un mango con los putos cuadros de los cojones, y la verdad mi ánimo no está lo suficientemente despejado como para seguir inventando boludeces del motero vestido de negro. Las preocupaciones joden nuestra iniciativa humorística, y esta vez la situación de tot plegat mataron mi literario impulso inicial. Te seguiré leyendo, y veo que a pesar de las putadas nada ni nadie te para. Disfruta mucho porque cuando llegues aquí te toparás de cara con una situación estancada, estancada en la mierda y sin posibilidades de mejora para casi nadie, una chatura intelectual alarmante, y un desánimo que avanza a ritmo de accidente de tren en Galicia. Por suerte estas lejos de estas sensaciones, aprovecha!!! Un abrazo!!!
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