dissabte, 13 de juliol del 2013

Día 7: Sunne – Ratan


Km: 435
El sentido común me aconseja partir inmediatamente en vez de disfrutar de las aguas del spa, así que hago lo segundo. Si le hubiera hecho caso al sentido común no estaría aquí, de camino al Cabo Norte. Convenientemente ensaunado, vaporizado y jacuzziado, me dispongo a partir no sin antes preguntarle a una empleada del hotel por el significado de una palabra que llevo viendo todo el camino, generalmente en carteles improvisados: LOPPIS, seguido de un número que especifica los metros de distancia a lo que sea un loppis. Amable, como siempre, me explica que cuando un residente o granjero tiene algo que vender como la vajilla de la abuela, o lo que sea, pone ese cartel en la carretera. Considerando las grandes distancias entre poblaciones en este país, me parece una gran idea. “¿No lo hacéis en tu país?” me pregunta. Me río, porque la muchacha, casi una niña, se ruboriza. Cree haberme hecho una pregunta inconveniente. Me encanta esta gente.
Inicio la ruta entusiasmado por el paisaje que se me va mostrando. La E45 va serpenteando entre lagos y bosques, en tal profusión que las imágenes de impactante belleza se van sucediendo cada pocos kilómetros. Avanzo muy lentamente, parándome a menudo a tomar fotografías o, simplemente, a observar. Me convenzo de que ninguna de las fotos que tomo con mi achicharrada cámara va a hacer justicia a este lugar.
Ni mucho menos el mejor, sólo uno de tantos
La carretera es buena aunque algo bacheada, alterno tramos de absoluta soledad con otros de moderado tránsito cuando me acerco a poblaciones. Es curiosa la sensación que produce este país de estar minuciosamente ordenado, cada cosa exactamente en el sitio en que debe estar para conservar la perfecta armonia con lo que le rodea, casas, granjas, animales, prados, todo. Los pueblos parecen centros de vacaciones en donde todo está dispuesto para la comodidad de los residentes. Estoy seguro de que hasta las malas hierbas crecen en los márgenes de las carreteras por riguroso orden.
De pronto, me encuentro con lo que parece un accidente, hay una ambulancia, algunos coches detenidos y lo que parece un cuerpo tendido en la carretera. Da la sensación de haber ocurrido hace tan sólo unos minutos. Cuando me acerco al lugar, no puedo dar crédito a lo que veo. A un lado de la carretera está tendido un alce enorme, muerto.
Sin estar seguro de si voy a molestar, me detengo y me acerco al cuerpo. La curiosidad me puede, nunca antes he visto un alce. Se trata de un animal enorme, magnífico. Le caricio el morro, suave como el de un caballo, aún está caliente. Siento pena por el pobre animal. Se me escapa una disculpa, “lo siento”, le digo. Al lado está el coche que le alcanzó, un volvo v70. Si dudáis entre comprároslo o no, tened por seguro que resiste el impacto contra un alce. Comento con el conductor si realmente los alces son un peligro a tener en cuenta, me contesta que por supuesto. Mirando el tamaño de ese animal, si llego a ser yo quien hubiera chocado con él me hubiera matado, sin lugar a dudas.. Creo que miraré bien qué se mueve entre los árboles de ahora en adelante.
Me equivoco de carretera en un cruce, lo que me obliga a hacer unos cuantos quilómetros de más, pero no duele en absoluto con este paisaje. Durante una parada para comprobar mi posición, recibo una llamada del trabajo. Sé que Marta ha hecho lo posible para evitarme el trago, pero finamente se requiere una decisión por mi parte. Se trata de un asunto de corrupción y codicia, justo la clase de basura de la que trato de alejarme. Creí que podría lograr que empequeñeciera lo suficiente, pero me ha perseguido hasta aquí.
Ya comenté que una de las intenciones que tengo al emprender este viaje es tratar de discernir que parte de mi actual vida es importante, y qué otra parte es prescidible. Llegar al fondo de quién soy ahora y averiguar qué quiero en realidad. Por eso me siento tentado de enviar a la mierda a la miserable que quiere ponerme entre la espada y la pared. Recapacito cuando recuerdo que mi decisión puede afectar a otras personas, así que dejo unas instrucciones de compromiso, en espera de mañana.
Cuento todo esto porque pretendo que este sea un diario de viaje, en el que reseñar no sólo las bellezas de la ruta y lo que en ella me acontece, sino los sentimientos que me producen las vivencias y las sensaciones que tengo y también como se ven influenciados por la distancia y el aislamiento, y esta conversación ha afectado mi actual percepción del entorno, la intención misma del viaje. Vuevo a sentirme enfadado, siento cómo regresa la ira y el odio, el odio a la mediocridad, a la corrupción, a todos los hijos de puta que a gran o pequeña escala convierten en mierda todo lo que tocan, como un rey Midas perverso. Ahora el peso de la soledad y del aislamiento en estos parajes se me antoja insoportable, siento la necesidad de regresar. Llego a preguntarme qué coño hago aquí. Sabía que en un viaje tan largo y duro podía llegar el desánimo en cualquier momento y ahora siento que empieza a dominarme. Lo mejor que puedo hacer es buscar cuanto antes alojamiento y tratar de descansar, darle la vuelta a todo esto como sea. Me digo que sigo siendo un privilegiado, que estoy de camino al Cabo Norte, en solitario sobre una w800, joder, que nada ni nadie va a impedir que lo consiga.
En ese estado de ánimo, me cuesta decidir qué tipo de alojamiento buscar. En la pequeña población de Ratan, se me presentan tres opciones: una habitación en la farmacia del pueblo, parece la más económica pero en una botica es donde menos quiero estar ahora. Un hotel, no tiene mal aspecto. Un cámping, a tres quilómetros de aquí. Cierro los ojos y visualizo dónde quiero estar. Veo el porche de una cabaña de madera, con el sol del eterno atardecer nórdico en el rostro, a la orilla de un lago. Me dirijo al cámping, para ver si la misteriosa mano que me guía todavía me escucha.



2 comentaris:

  1. Hola Ricard,
    REcurroa tu sentido común o sensibilidad, o criterio, o lo que coño sea...
    Me quedo un poco confundido después de leer tus dos últimos días, porque como todo el mundo podía imaginar no todo el viaje sería flores y violas, tarde o temprano habría problemas de algún tipo. Reconozco que lo del pobre alce me dejó mal, e imagino que a ti tambén, lo de la lluvia, etc. Aunque veo con alegría que te tomas las cosas con filosofía propia de estar en el culo del mundo, y haces bien, en ese viaje no se puede desfallecer a la primera. Sin embargo me preocupa más el hecho que putadas catalano-laborales te estén empañando un viaje que no merece ser empañado por esas merdas cotidianas. Estoy confundio porque cuando se me ocurrió escribir boludeces sobre tu viaje, lo hice pensando en el Ricard acostado en una cama al final del día, y que leer semejantes boludeces te harían reir un poco en una solitaria habitación de un remoto lugar. Haciendo gala de la empenta literaria que nos inculcara con dificultad la Burgos, pensé que estos relatos serían una ayuda o momento de distensión al final de cada jornada. Yo me lo pasaba pipa inventando cosas crueles y manvadas, haciendo la versión contraria de tu viaje, pero después de lo del alce, la lluvia, y sobre todo tu cabeza pensando en cosas mas terrenales y farmacéuticas, estoy dudando si tiene sentido seguir con los relatos boludos o no. Por éso recurro a ti, oráculo del saber sueco, en busca de un dato que me indique si debo seguir o no. La joda tenía sentido en la medida que yo me divertía escribiendo boludeces, y a miles de kilómetros tu te reías un poco. Si te ayuda, gusta, divierte o entretiene tendrá sentido seguir haciéndolo, pero despues de ver el alce tirado ahí, se me cortó el rollo de inventar crueldades y escenas gore para divertirme un poco. Espero tu reflexión con interés. Y como dicen las abuelas, ponte una rebequita que la noche refresca...Un abrazo!!

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    1. Hola Juan Carlos!
      Si me divierto, el contrapunto salvaje del motero de negro es muy divertido. Aunque con la cara que tengo hoy, tras varios dias sin afeitar y con cansancio acumulado, parezco un forajido, tanto que ya no sé si la hisoria real es la del motero negro y la fantasía es la que escribo yo. No siempre puedo contestar comentarios, mas bien casi nunca, porque al escribir mis crónicas, pasar las fotos, etc. me voy a dormir ya demasiado tarde, o algun día no he conseguido conexión internet. Presiento que lo de la conexión cada vez será más difícil porque trataré de buscar alojamientos más económicos, voy fuera de presupuesto. Hoy ha sido un mal día de averías tontas, pero he perdido mucho tiempo reparándolas, he llegado muy tarde y me ha costado encontrar alojamiento, o sea que posiblemente no haya crónica. Me estoy planteando hacer aquí un día de descanso, ya veremos. En la carretera pasan cosas, buenas y malas. Comenta lo que quieras y escribe u omite lo que tu sensibilidad te dicte. Hasta ahora me he reido un montón con el motero. Hará que hacerle un blog propio.

      Un abrazo desde el círculo polar ártico.

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