divendres, 28 de març del 2014

In Memoriam

Recientemente ha fallecido una persona que no lo merecía. Se llamaba Pep Bru Sala. No me siento autorizado a llamarlo amigo porque no es que lo fuera en sentido estricto. Nos perdimos la pista hace ya mucho tiempo, casi en la adolescencia. Sin embargo, nos cruzamos varias veces por el camino y siempre sentí una felicidad auténtica en esos reencuentros. A menudo tuve la sensación de que esa felicidad era mutua, o tal vez solo fuera la capacidad de Pep de hacerte sentir así. Por eso acudió tal cantidad de gente, y tan variopinta, a su funeral. Reconocí a muchos de ellos: buena gente, no tan buena y a auténticos hijos de puta. Eso me corroboró la excepcionalidad de Pep. Hasta los cabrones se rendían a su contagiosa vitalidad.

¿Qué tiene que ver esto con un ya casi abandonado blog de un viaje en moto? Pues tiene, y mucho. La muerte de alguien tan especial me puso de manifiesto la precariedad de mi propia existencia. Eso me despertó antiguas urgencias permanentemente pospuestas, entre ellas, finalizar el blog de un viaje que fue para mi mucho más que eso, una imborrable experiencia vital que me ha marcado en profundidad y que nunca he conseguido explicar completamente mediante palabras. Así que me retiré unos días al Pirineo y me propuse realizar un par de vídeos que resuman mejor mi experiencia. Tal vez mediante la conjunción de imágenes y música consiga extender las palabras y expresar mejor mis sentimientos.

Para la realización del vídeo, no elegí las fotos más bonitas como probablemente tampoco los mejores clips de vídeo. Me repasé a conciencia todo el material y fuí eligiendo aquellos momentos que marcaron pequeños hitos en el viaje, aquellos que al visionarlos despertaron un recuerdo especial en mi. El porqué revivo esos momentos o imágenes de ese modo tan especial es un misterio para mi. Hay fotos que no recuerdo haber hecho, sin embargo hay otras en las que revivo el momento como si todavía estuviera ahí. Puedo regresar con tan solo cerrar los ojos. Esas fotos son las que elegí. Por esa razón no esperes ver un gran vídeo, sólo el vídeo de mis recuerdos.

Decidí dividirlo en dos partes, una dedicada al ascenso y otra al regreso. La división no es casual, sino que obedece a que en realidad se trató de dos viajes muy diferentes. El ascenso fue rápido, tan rápido como las carreteras y el clima me permitieron. Me concedí pocas licencias fuera del guión, aunque las hubo y muy especiales, pero sentía una fiebre, una urgencia por llegar antes de que cualquier contratiempo me lo impidiera. Fue la adolescencia. Por contra, el regreso fue pausado, caótico y relajado, dejándome llevar por cualquier cosa que llamara mi atención. El objetivo se había alcanzado y sólo me quedaba dejarme caer lentamente hacia el Mediterráneo, sin ninguna prisa por llegar. Fue la madurez.

La elección de la música tampoco obedece al azar. No tan sólo es la música que me acompañó durante el viaje sino que me atrevo a afirmar que una de esas piezas fue la causa principal de que decidiera emprenderlo. Se trata de “An ending” de Brian Eno, que puedes escuchar en el fragmento que dedico a Lofoten. Si escuchar esa música te deja indiferente, entonces jamás podré explicarte qué fue para mi el viaje, jamás entenderás como me sentí entonces ni cómo me siento ahora al recordarlo. Si por el contrario sus acordes entran en resonancia con algo tan insondablemente profundo en tu interior que notas que tus ojos se humedecen sin tener ni puñetera idea del porqué, si sientes como la épica y la melancolía te envuelven con cada nota, entonces tampoco hace falta que te diga nada porque ya lo sabes. Eso fue el viaje para mi.
An Ending.


He tenido problemas para colgar el segundo vídeo, de momento podéis verlo aquí:
Parte 2: el regreso

Finalmente, el recorrido, día a día.