dijous, 25 de juliol del 2013

Día 20: Skokkelvika – Bodo


Km: 107
Me levanto después de una noche agitada, me he despertado cien veces pero no obstante me siento descansado por haber dormido más de ocho horas, creo yo que por vez primera desde que empecé este viaje. El mero hecho de  despertarse aquí es una experiencia inenarrable.
Quien me conoce ya sabe que mi humor no mejora hasta que llevo despierto quince o treinta minutos, pero aquí, se me dibuja una sonrisa en la cara al primer minuto. Me dispongo a tomarme el desayuno sentado en mi roca preferida observando como el sol arranca reflejos del agua que circunda los numerosos islotes que componen esta franja de costa que es hoy mi casa. Desmonto el campamento con pereza, se que hoy voy a abandonar Lofoten y malditas las ganas que tengo. Por alguna razón, tengo la impresión de que aquí es donde termina realmente mi viaje, el resto va ser sólo la paja sin el grano, las canciones de relleno del CD. La obra maestra ya está hecha. Decir eso cuando queda Geiranger, Trollstigen y la Atlantic Road puede parecer una osadía, pero yo ya he estado en esos lugares, tan sólo tengo interés en repetirlos sobre la moto. Y según como vaya de tiempo y dinero, puedo prescindir de alguno. Más allá de Noruega, sólo me queda el descenso hacia el Mediterráneo, a no ser que me queden fuerzas, ganas e intendencia para acercarme a los Alpes. De todos modos, siento el final cerca. Me aproximo a la orilla del mar y me pongo la canción recurrente en este viaje, “An ending” de Brian Eno. La conjunción del maravilloso paisaje, el arte de Eno y mi sensación de apoteosis provocan que mis ojos se humedezcan, y lo digo sin rubor alguno. Una parte de mi corazón va a quedarse en esta franja de costa entre Senja, Andoya y Lofoten.

Monto en la moto con ese cúmulo de sensaciones, teniendo bien claro que voy a perder el ferry de las 14 h hasta Bodo. Por una parte excelente, porque me va a permitir disfrutar tranquilamente del camino hasta Moskenes, por otra, sé que no sale otro hasta las 19:30, lo que significa que llegaré a Bodo a las 23:30. Eso complicará la búsqueda de alojamiento. Decido que me importa un bledo, en todo caso, volveré montar mi tienda en cualquier parte. Me detengo en Moskenes para saborear otra hamburguesa de pescado en el mismo sitio en que ayer una gaviota la compartió conmigo, para después dejar la moto en la cola del ferry y prepararme para una larga espera mientras escribo este relato.

Cuando el ferry zarpa, me dirijo a cubierta desde donde puedo observar por última vez Lofoten. Son muchos los pasajeros que deambulan por aquí, apuntando con sus cámaras a todas partes. Me fijo en que no miran nada que no sea a través de sus objetivos, disparan y apartan la vista hacia otro lado. Yo tan sólo puedo mirar. Observo a otro pasajero, la mirada perdida en su propia ensoñación. Este es de los míos. No tengo ganas de hablar con nadie, ni de ver a nadie. Me doy la vuelta y dejo pasar el tiempo apoyado en la borda, esperando la visita del sol de medianoche en todo su esplendor. Estoy aquí, de pie, mientras dejo que el horizonte y Lofoten se fundan, en la lejanía.



 
Bueno, quería salir en la foto

3 comentaris:

  1. Ningú et comenta res, pero suposo que tothom està tan impressionat com jo amb tot el que ens expliques i ens ensenyes...
    Gràcies per compartir-ho i enhorabona. Enveja sana!!!

    ResponElimina
    Respostes
    1. Pero lo millor no us ho he dit... que fresquet que s'esta aquí!
      Una abrasada (no tinc accents ni c trencada aqui, tu...)

      Elimina
  2. Si Ramon, estem tots enganxats a l'aventura, i al menys en el meu cas, si no he de millorar el que aquest bon noi explica, estic millor calladeta.

    Petons nene!

    ResponElimina