dijous, 11 de juliol del 2013

Día 6: Goteborg – Sunne


Km: 325
Hoy me despierto vago, así que me pego algo más a las sábanas de lo que en mi es habitual. Además, aprovecho para hacerle un pequeño chequeo a la moto, todo bien excepto que la rueda de atrás necesita más presión. Quiero cuidar esos detalles porque con lo abrasivo que es el firme de las carreteras nórdicas, una presión errónea en los neumáticos puede acortar su vida considerablemente. También reorganizo mi equipaje, pues con la práctica vas viendo qué debes tener más a mano y de qué puedes prescindir. Realizo varios viajes con mis bultos, y en cada uno de ellos la recepcionista del hotel me sonríe y saluda. Tal vez sea sólo educación sueca, pero me hace sentir bien. Deberíamos hacerlo cada día, con familiares, amigos y desconocidos. Sonreir y saludar. Es la manera más fácil de mejorar el mundo. No sé cómo se llama, su nombre no me aportaría tanto como me aporta el cómo me sonríe o la expresión de su mirada. No me malinterpretéis, no estoy sugiriendo nada. És sólo que ahora soy capaz de observar.
Antes de irme me pregunta cuál es mi siguiente destino. Le contesto que el mismo desde que salí de casa, voy al Norte.
--¿Cabo Norte?
--Si –le sonrío
--¿Todo el camino sobre esa moto? --me señala mi w800
--Si. Debería hacerlo sobre una BMW... pero no sería tan divertido
Se ríe.
--Soy capaz de entender eso –es su curiosa respuesta.
Salgo de Goteborg, aprovechando el perderme varias veces para hacer una breve visita turística a la ciudad, que tal vez merezca más atención. Sin embargo, tengo ganas de hacer carretera. Enfilo hacia Karlstad, es bastante tarde pero espero llegar a los alrededores de Sunne. Al poco rato me doy cuenta de que no estoy siguiendo la carretera que pretendía, aunque también va en la dirección correcta. Sin embargo, no se trata de un error. La misteriosa mano que me guía en este viaje me ha llevado en esta dirección: tengo ante mí la abandonada fábrica de Saab.

No hace mucho vi en mi programa favorito, Top Gear, un reportaje sobre el cierre de la fábrica sueca de vehículos Saab. Siempre me gustaron los Saab, eran raros, diferentes e inadecuados, pero geniales; un poco como mi w800. En ese programa explicaron la historia de Saab y el porqué se fué al garete. Nunca se vendieron al mercantilismo y trataron de hacerlo mejor y diferente de lo que les exigía la casa madre, General Motors. En un mundo en donde se impone lo mediocre y lo uniforme, no hay sitio para vosotros. Adios Saab, y gracias por todo.
Avanzo a ritmo cansino por las carreteras suecas, al fin, después de tanta autovía, cuando reparo en un detalle. Los quitamiedos suecos parecen sacados de un museo de la tortura. Parece mentira, en un país obsesionado por la seguridad, que pongan eso en sus carreteras. Moteros del mundo, no os caigáis en Suecia. Os cortarán en lonchas como un jamón.

Me aprieta el gusanillo, así que decido parar en una área de servicio, pero me despisto y me la salto. Busco un lugar para cambiar de sentido y cuando ya iba a hacerlo, me fijo mejor en dónde estoy. Es como una granja particular, de madera, como son aquí, y pone “Café”. Nada más, ninguna indicación de qué puede ser esto. Dudo entre ir a lo malo conocido o lo bueno por conocer y me vence la curiosidad por saber qué es este sitio. Si estoy aquí es por algo, seguro. Al entrar, tengo a mi izquierda una tiendecita, estoy en la casita de la abuela, inmediatamente se dibuja una sonrisa en mi cara. Es como si en una casa te dejaran entrar y te prepararan té y pastelillos, pero que en esencia siguiera siendo una casa. Hay varios clientes más, pocos, nos paseamos por la casa como Pedro por la suya en un ambiente tremendamente acogedor. Me pido algo de comer y me siento en el jardín de nuevo con esa sensación de plenitud. Se está gestando otro día perfecto.

Al marcharme, llega un anciano en coche, aparca y se dirige directamente hacia mi. Parece ser el dueño de la casa. Me pregunta si tengo prisa por seguir mi ruta a lo que le respondo que eso es precisamente lo que menos tengo. Me recomienda tomar la carretera hasta Haverud, como su inglés es bastante básico, me la describe gesticulando, realizando ondulaciones con la mano, de arriba a abajo y de izquierda a derecha. Coloca sus manos a tres niveles y dice: lago, carretera, bosque. Suena bien. Miro mi moto y me la imagino como un perrito con la lengua fuera y meneando la cola. No puedo negarle eso. Le pido al anciano que me enseñe cómo llegar a ese lugar. Entra en casa y cuando sale de nuevo lleva un mapa en sus manos. Me señala el sitio y me regala el mapa.
Me dirijo pues a Haverud, la carretera que lleva hasta allí es fantástica por su belleza, pero se aprecia que es un lugar de turisteo local, porque está bastante masificado. Entendedme bien, masificado a la sueca. Aquí lo consideraríamos vacío.
Sin embargo, la carretera no es lo sinuosa que me habían prometido. Otorgándole crédito al anciano, decido proseguir más allá de Haverud y tomo la carretera que debería devolverme a la E45, cuando empieza lo divertido. La carretera se estrecha considerablemente y se transforma una sucesión de toboganes, no paro de subir y bajar enlazando una curva con otra: ahora entiendo la gesticulación del anciano. Debe ser motero, porque una carretera así no puede gustar a nadie que no lo sea. No es que en casa no tengamos carreteras parecidas, pero considerando que estás haciendo eso en Suecia, la cosa toma otra dimensión. Un toque contra el suelo en una aplanada me devuelve a la Tierra, no es el momento de hacer el imbécil a más de 3000 km de casa con una moto cargada hasta los topes.
De todos modos, si váis en moto al Cabo Norte, estáis hartos de autovía y queréis subidón, recordad este nombre: Haverud.

Enlazo finalmente con la E45 y prosigo hasta que decido repostar y comer alguna cosa más, así sólo deberé preocuparme del alojamiento. Elijo un área de servicio en el que se anuncia un self service. Como me apetece algo ligero, elijo tres tipos distintos de ensalada y me dirijo a la cajera. Se queda mirando mi bandeja y yo intuyo el problema. Me informa de las reglas: la ensalada es gratis y puedo tomar cuanta quiera, pero se sirve de acompañamiento a los platos principales. Iniciamos el regateo: yo sólo quiero ensalada. Me propone cobrarme 50 coronas sólo por la ensalada pero con una condición: no puedo repetir. Me parece un trato justo. Impongo una condición: quiero poder recoger mi café más tarde, para que esté calentito. Le parece un trato justo. Esto me recuerda aquello de las similitudes... bueno, ya conocéis el resto.
Creo que pegan...
Ya en la carretera, trato de encontrar alojamiento pero no me resulta fácil. Me estoy adentrando en una zona más aislada y no abundan tanto como antes. Debo tener esto presente de ahora en adelante. Salgo de la carretera en una ocasión, viendo un cartel que indica alojamiento. Sin embargo, el lugar parece abandonado. Tiene el aspecto de una granja que en su día ofreció alojamiento rural. Hay sillas en el jardín, pero algunas están rotas. En el crepúsculo, da la sensación de que el tiempo se ha detenido. El silencio oprime. No tengo buenas sensaciones en este lugar, veo un atisbo de la tétrica miseria que asola mi país. Subo rápido a la moto, no sea que aparezca alguien y acabe decidiendo quedarme ahí.
Prosigo hasta la población de Sunne, que resulta ser una estación de invierno, con spa, golf y no sé qué más. Encuentro habitación en el spa, a un precio algo elevado. Pagaré cara mi falta de previsión, pero al menos mañana tomaré unas aguas.

3 comentaris:

  1. Sunne: Spa, Golf... Me apostaría una ensalada de 50 coronas a que te acordaste de mi en Sunne. ;)

    More, more, more, Ricard!

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  2. Aparecen más denuncias en Suecia, ahora es una tranquila granja camino a Haverud, al parecer el extraño y peligroso motero pasó por allí y por supuesto hizo de las suyas...
    La señora mayor que atiende el lugar, junto con unos tranquilos lugareños dicen haber sido presa de una estafa por un hombre vestido de negro que iba en moto. Al parecer el motero después de comer como si se fuera a acabar el mundo, y terminar con las reservas del lugar de los próximos 6 meses, propuso a la anciana jugar a un jueguito muy divertido, si ganaba él no pagaba la comida, y si ganaba la anciana, la degollaba allí mismo. Extraño juego juegan en España, pensó la ancianita. Finalmente ganó el motero y la mujer contó a la policía que el juego era un poco confuso y decía que se jugaba con tres cáscaras de nuez y una bolita. Todo ésto certificado por los otros clientes del café que dicen haber perdido 6 millones de coronas suecas con el jueguito de los cojones. El anciano marido de la señora encaró al motero y amablemente le recomendó un camino y le regaló un mapa. Cualquier cosa para que se fuera de allí, dijo con voz temblorosa. Unos kilómetros mas adelante Olaf el charrascoso, dijo haber visto al misterioso motero, pero sólo de espaldas mientras se alejaba con su moto. Seguramente huyo al ver mi charrasca dijo Olaf, quién ostenta el record Guinnes de charrascas enormes de toda Suecia, y ante el peligro de ser penetrado huyó hacia el norte con su moto.
    Una amable empleada de un Spa cercano dijo haber visto y hablado con el motero asesino, comentó que negoció con el sobre la comida a servir, pero mientras el la amenazaba con una pinza de depilar del tamaño de una llave inglesa. Finalmente comió lo suyo y lo de otras mesas vecinas, pero al encontrar un grillo cantando en su ensalada se negó a pagar y se fue a las puteadas rumbo a su habitación, negándose a pagar la cuenta de la cena. No parecía peligroso, dijo la rubia, aunque debajo de su traje negro intuyó una gran charrasca que la asustó un poco...En España la historia no para de salir en la tele, y Jordi González mañana Sábado hará una Noria especial para tratar el tema, habrá debate y una dramatización-reconstrucción a cargo de un grupo de teatro experimental. El diario El Mundo saca un suplemento especial titulado: CUATRO DIAS CON EL MOTERO ASESINO. La Vanguardia relaciona al motero con el caso Palau y comisiones cobradas por Millet. Continuará...

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  3. Juanki, a ti no te hace falta viajar, collons nen, quina imaginació... jajajajaja!!!

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