Km: 361
Amanece (ahora si que puede considerarse esto como un
amanecer) un día radiante y soleado. La lluvia de ayer parece haberse formado
sólo para hacerme pagar mi estupidez. Me parece bien, así se aprende más
rápido. Compruebo mi situación en el mapa y me doy cuenta de que por un par de
kilómetros, me salté el cruce que quería tomar para conectar con la carretera
principal a Trondheim. Si llego a tomarlo, no hubiese encontrado el hotel y
vete a saber si hubiera encontrado alguno. Da la sensación de que una vez
aplicado el castigo, los dioses del Vallhala se apiadaron de mí.
Igual de resistentes, pero la w800 mola más |
La moto vuelve a estar hecha un
asco a causa del barro de ese sucedáneo de carretera por el que pasé ayer. Es
una arena que se mete por todas partes y se pega al metal como pegamento. La
cadena está llena de esa arenilla, lo que seguro que le provocará mayor
desgaste. Trataré de encontrar algún sitio donde pueda lavar la moto.
Salgo en dirección a Trondheim con
ganas de conducir, pero al poco tiempo me doy cuenta de que el dia puede ser
bastante aburrido. La carretera presenta bastante tráfico y la zona está
densamente poblada, o eso me parece depués de haber disfrutado de la naturaleza
prácticamente desde que salí de Goteborg. Me detengo antes de llegar a
Trondheim a comer algo. Me pido una hamburguer como la que se anuncia en el
cartel, la más barata. Me cobra bastante más por una hamburguesa mucho mayor.
Creo que me han hecho el timo del McDonalds. Si habéis utilizado el “camarero automático”
de un McDonalds, después de hacer el pedido siempre te pregunta si quieres el
bocata tamaño grande. El camarero humano de hoy ha hecho lo mismo, cuando me ha
preguntado si quiero el “hamburguer blablabla”. Cómo tengo más ganas de comer
que de pensar, le he dicho que si al hamburguer y he prescindido del
“blablabla”, que sería “grande” en
noruego. En fin, ya me vale.
Tenía pensado evitar Trondheim
pues me apetece conducir y no recuerdo haber leído nada interesante sobre la
ciudad, pero cuando paso por su lado me apetece visitarla. Llego al centro y al
parecer hay una especie de festival de música, con Elvis Costello de cabeza de
cartel. Hay chiringuitos y un grupo tocando rock para un poco entregado y
escaso público. Aún así, hay bastante animación en la ciudad. Con esto quiero
decir que hay “gente” en contraposición a “nadie”, como Tromso o Harstad, las
otras ciudades que visité; aún así, en mi tierra llamaríamos a esto cuatro y el
cabo. A pesar de eso, con tanta movida desconfío de dejar la moto con todos los
bultos en plena calle como hice tan tranquilo en Tromso. Aquí veo caretos más
sospechosos. Así que doy una corta vuelta, visito la catedral, tomo un par de
fotos y decido que la ciudad no es para mi. Mientras la abandono por una
céntrica calle me da la impresión de ser un lugar en decadencia. Tal vez sea
sólo el color del cristal por que hoy la miro, pero la veo gris y desangelada.
Trondheim me deprime un poco, como todas las ciudades, a decir verdad. La
naturaleza me hace sentir pequeño, y aunque a veces es hostil, siempre me
considero parte de ella. En cambio, la ciudad me hace sentir insignificante y
además nunca he conseguido sentirme parte de una. Abandono Trondheim tan rápido
como los límites de velocidad noruegos me permiten, en dirección a
Kristiansund. Tengo la suerte de que sea una carretera poco utiizada desde el
momento en que se separa de la ruta principal hacia Oslo. Además, me está
sorprendiendo muy agradablemente, resulta ser una carretera muy divertida y
adornada con excelentes paisajes de montaña y fiordos. ¡Vuelven a haber curvas
en el menú!. Es sin duda la sorpresa del día. Hasta consigue que me cambie el
sombrío humor que tengo hoy y se dibuje una sonrisa en mi cara. La carretera
atraviesa muy pocas poblaciones, por lo que puedo mantener un ritmo alto.
Bastante alto, de hecho. ¡Joder, estoy disfrutando como un enano! Si existe
algún radar oculto, el peaje de hoy va a ser de escándalo. Me sabe mal por el
excelente paisaje que atisbo entre curva y curva, no me equivocaría si dijera
que estoy viendo, aunque de reojo, lo mejorcito que he visto desde Lofoten.
Pero ahora estamos en pleno juego de curvas mi w800 y yo, y me apetece mucho
más esto. Tal vez he desarrollado una especie de tolerancia a la belleza
paisajística. He tomado dosis tan altas que ahora dosis menores no me producen
el efecto deseado. Aunque recomiendo encarecidamente a cualquiera que pase por
aquí y no esté a los mandos de una w800, que se detenga a observar.
Llego a
un cruce que debe conducirme a Kristiandsund cuando veo un pequeño motel que me
produce muy buenas vibraciones, así que me detengo aquí para pernoctar. Así
mañana quizás me tome mi tiempo para terminar de ver el paisaje que rodea esta
carretera.
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