Km: 590
Ya que previsiblemente hoy va a ser un palizón de
autopista, me tomo mi tiempo con el “petit dejuneur” y salgo bastante tarde. El
primer objetivo es pasar por el viaducto de Millau, el más largo de Europa. Eso
me obliga a desviarme de la ruta más rápida y a tener que enlazar más tarde con
ésta a través de carreteras nacionales.
Parece una estupidez por sólo un viaducto, ¿no? ¿Porqué hacerlo?
Vamos a ver, si habéis leido el prólogo,
recordaréis que el viaje debe ayudarme a encontrar las preguntas adecuadas...
pues he aquí la primera. La pregunta correcta es: ¿Porqué NO hacerlo? Así que
hacia allá me dirijo.
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El susodicho |
Tengo previsto colocarme la cámara de casco para
inmortalizar mi paso por el viaducto en cuanto lo vea. Por las fotos que ví en
internet, lo veré con la suficiente antelación y... ¡mierda! Al salir de una
curva me lo encuentro delante de mis narices. Error de cálculo, las fotos de
internet se hicieron desde el otro lado. Clavo frenos y me paro en un escape de
emergencia de la autopista. Jamás hagáis eso, si os ven os crujen. Aparco al
lado de un tipo que está haciendo algo en su coche, no me incumbe. Saco la
cámara de fotos... sin batería. ¡Maldición! Le saco unas fotos cutres con el
móvil. Ya me estoy cagando en mis muertos cuando el tipo me dice algo sobre una
explosión, señalando su neumático trasero. Me sorprendo al ver que sólo queda
la llanta y unas tiras de neumático destrozado. Decido que es un buen momento
para ganar karma y evitar percances como el de la batería de la cámara y me
dispongo a ayudarle a cambiar la rueda. De repente, veo que el tipo, muy
sonriente, saca de debajo de una manta un machete casero descomunal, una
herramienta para descabezar Tutsis. Estoy convencido de que con ese hierro me
puede degollar de un sólo gesto y por un momento pienso si me habré topado con
un psicópata. De pronto, el tipo se mete debajo del coche y empieza a
desatornillar la rueda de recambio, usando el machete de improvisado
destornillador. Respiro aliviado, mientras pienso en la moraleja: un tipo con
un machete enorme no tiene por qué representar un peligro. Aunque la próxima
vez dudo que me quede a comprobarlo. Nos despedimos, mientras le hago notar que
debe agradecer a los cielos el seguir de una pieza, a lo que me responde que
está agradecido a los cielos y a mi por ayudarle. No está mal, que me situen a
la par de los dioses no es algo que me suceda cada día. Lo observo mientras se
incorpora a la autopista en medio de un concierto de bocinazos de los demás
conductores, pensando que tal vez lo vuelva a ver pronto. La rueda de recambio
estaba en peor estado que la que le explotó.
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Sobre cuatro, dos... o tres ruedas |
Prosigo la ruta y para mi sorpresa, la carretera
nacional entre Mende y Le Puy-en-Velay resulta espectacular, con unos paisajes
de montaña preciosos y un ambiente agradablemente fresco dado que discurre todo
el rato entre 700 y 900 metros. Es la sorpresa del dia, un lugar recomendable y
que trataré de visitar de nuevo. Hago la ruta en compañía de un grupo de
Harleys que me acogen como uno más. Durante el trayecto reflexiono sobre la
eterna disputa entre los defensores de las motos y sus detractores. A estos
últimos les doy la razón en casi todo: las motos son incómodas, peligrosas, y
cualquier cosa buena que se diga de elllas puede rebatirse con otra negativa.
Pero hay algo que no puede rebatirse de ningún modo. La interacción más
frecuente entre dos automovilistas desconocidos es el insulto. Entre dos
motoristas desconocidos es el saludo.
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Me separé de las Harleys para visitar mi pueblo |
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Relais, meublé... pero ¿que pasa en Pradelles? |
He perdido demasiado tiempo admirando el paisaje,
es tarde ya cuando me detengo en un área de la autopista en donde se anuncian
hoteles. Hay una cantidad absurda de gente, prefiero arriesgarme y salir en
busca de un lugar más tranquilo. Casi se ha puesto el sol cuando decido
abandonar la autopista para buscar alojamiento por los alrededores. Vagabundeo
en tierra de nadie durante un buen rato, por carreteras de tercera entre campos
de trigo pensando que de ningún modo pasaré la noche al raso porque estoy
convencido de que encontraré un lugar fantástico, cuando veo un letrero que
apunta a la nada, en donde dice que en Chatenois hay habitaciones. No indica el
kilometraje. Tras más de diez minutos de camino solitario llego a Chatenois y
doy con una casa rural en donde para sentirse a gusto hay que atrasar el reloj
un siglo. Es un lugar encantador. Mientras escribo estas líneas busco en mi
mapa Michelin el pueblo de Chatenois, pero no está ahí.
No tratéis de encontrarlo, apareció ahí para mi y
desaparecerá cuando me vaya.
Como soy persona responsable, y sobre todo buen ciudadano, que diría Don Mariano, estoy dispuesto a refutar todo lo expuesto aquí por este supuesto viajero-motero. Esta historia viene sonando muy bucólica, pero gracias a mis contactos con los bajos fondos, sé de buena tinta que este chico en moto está haciendo parecer al mismísimo Freddie Krugger un niño de parvulario. Me explicaré...
ResponEliminaJunto con mi amigo Snowden nos hemos comprometido con la causa de revelar todas aquellas cosas injustas y secretas que son una buena cabronada y que merece ser denunciada. Aquí comienza la verdadera historia del viaje de un tal Ricard...
Ya desde su partida la gente de su pueblo al saludarlo, decía en voz baja: "Al fin nos sacamos de encima a este matasanos, al menos por unos días" Su mala reputación entre sus vecinos viene luego de envenenar a varios lugareños con preparados de su farmacia para todo tipo de males, lumbagos, jaquecas, empacho, etc. Sus potingues caseros mataron a mas de un viejito, aunque el medio-médico se las arreglara para simular otras causas para 1500 muertes accidentales, en un pueblo de 2000 personas...En fin, el chico ya no era buena pieza, y por éso cuando se sube a esa moto rumbo a Cabo Norte, pongo a mi equipo de investigadores a trabajar, a seguir sus andanzas por tierras europeas.
El recurso literario de el viaducto queda muy bien y muy hippie hacer el camino largo, pero en realidad estaba huyendo de la Gendarmerie francesa, que alertada ya lo buscaba por las dudas por tierras galas. Su primera víctima fue el señor que destrozó la rueda de su coche de juguete, a modo de los F1 actuales, y que tuvo la mala idea de pedir ayuda al psicópata motorizado, quien amablemente se acercó a él vaya a saber con que intenciones. La cuestión es que cuando este buen hombre saca su herramienta para reparar su neumático, Ricard con la mayor sangre fría y pensando que todos son como él, le clava un destornillador en el cuello, y lo deja desangrándose en el suelo. Durante su huída intenta camuflarse entre un grupo de Harleys, pues supone con razón que los gendarmes irán detrás suyo luego de descubrir el cadáver junto a ese coche de chiste de la foto, posiblemente sacado de algún Tio Vivo lo de la Alemania del este. En su camino atropella a propósito a todo bicho viviente que ve, varios perros sucumben a las ruedas de su moto, mientras ríe con voz terrorífica y hace los cuernos con su mano izquierda. Un verdadero desalmado que disimula y pone cara de chico bueno cuando encuentra hospedaje en una casa rural alejada del mundo. Allí no solamente le roba las joyas a la amable anciana que atiende el lugar, sino que además la viola repetidas veces sobre un sofá de pana verde, luego a la mañana siguiente la vuelve a violar y se va sin pagar la cuenta. Su viaje continúa...mientras Pedro J se interesa por esta historia,