Km: 595
de BSA A7 |
pasando por Kawa - Meguro 500 |
Este modelo inglés fue la base de la Meguro 500 japonesa, que al ser adquirida por kawasaki dió lugar a la serie W de esta marca. Esta serie se discontinuó en los 70 para resurgir en 1999 con la w650, de la que deriva mi w800. Un encuentro familiar, vaya. Adelanto al danés de la BSA haciéndole un gesto de aprobación con la mano, aunque seguro que considera la w800 como una moderna imitación. Yo prefiero verlo como una continuación de la misma filosofía, pero sin perder aceite.
Hasta la w800 |
Atravesar Dinamarca me está costando
más de lo previsto, ya no recordaba las obras de la autopista y su
intenso tráfico. El tiempo tampoco acompaña, ya que me va lloviendo
de vez en cuando. Llego a las proximidades del puente de Odense y
decido salir de la autopista para hacer algunas fotos de la moto. En
mi fuero interno considero el cruzar este puente como el auténtico
final del viaje. Lo que me queda de ahora en adelante es una
kilometrada de autopista y poco más. Recuerdo en rápida sucesión
diversos momentos de mi viaje, no sé por qué razón recuerdo mejor
los inicios atravesando Suecia, cuando a fuerza de ilusión superaba
las adversidades. Me recuerdo a mi mismo pero como si hubiera pasado
una vida entera.
Soy como un anciano recordando escenas de su
juventud con la triste, abrumadora certeza de que jamás volverá a
sentir lo mismo, pero siempre permanecerá el anhelo insatisfecho de
volver a sentirlo. Tengo mi banda sonora preparada para este momento,
así que me pongo los auriculares y dejo que oleadas de sentimientos
me humedezcan los ojos.
Llego a Hamburgo, sigo el track del GPS que me lleva hasta el centro de la ciudad, pues he
decidido pernoctar aquí a pesar de no haber podido llegar al
kilometraje deseado. Encuentro hotel en el centro. Una vez instalado
en la habitación y revisando el mapa de la ciudad que me han
proporcionado en recepción, me doy cuenta de que estoy a sólo una
calle de la famosa Reeperbahn.
Si hay niños leyendo, es hora de irse a la cama, majetes.
La Reeperbahn y sus calles adyacentes son la zona en donde se ha instalado el putiferio hamburgués institucionalizado convertido en sacapastas de turistas salidos. Sin duda, eso merece una visita, aunque sea tarde y mañana toque madrugar.
Si hay niños leyendo, es hora de irse a la cama, majetes.
La Reeperbahn y sus calles adyacentes son la zona en donde se ha instalado el putiferio hamburgués institucionalizado convertido en sacapastas de turistas salidos. Sin duda, eso merece una visita, aunque sea tarde y mañana toque madrugar.
El lugar es una sucesión de garitos,
neones, chulos y porteros rumanos anabolizados hasta las cejas. Hay
de todo y para todos: table dancers, cines X, hoteles dudosos,
karaokes thailandeses, calles gay y espectaculos de sexo en vivo en
donde se puede ver de todo menos sexo con animales, según me
cuentan. Los anabolizados me invitan insistentemente para que disfrute de sus inolvidables
espectáculos, pero mi frase más pronunciada hoy es
“nein, danke”. Entre garito y garito, bares de copas repletos de
turismo local y foráneo con unas cuantas copas de más. Sin embargo,
la seguridad está constantemente garantizada con multitud de
policías y una comisaría que es una atracción turística por si misma. Me aparto de la Reeperbahn y penetro por sus oscuras calles
adyacentes donde me encuentro con un submundo distinto y bastante más cutre, con chicas que se me ofrecen en la misma calle,
todas me dicen algo y yo de nuevo con mi “nein, danke”. Vale la
pena el paseo, pero este ambiente tampoco es que me ponga
especialmente, así que yo me retiro, con la certeza de que el
hamburgués residente que va en busca de sexo, acude a cualquier
sitio menos a la Reeperbahn.
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