diumenge, 4 d’agost del 2013

Dia 26: Stryn – Fitjar


Km: 335
Cuando observo hoy el estado del cielo, ya veo que no vamos a empezar bien. Amenza lluvia de la buena. Tan mal veo el panorama que salgo vestido de lluvia al completo. A los pocos minutos de iniciar la marcha se confirman mis malos augurios y empieza a caer una lluvia que va ganando en intensidad conforme pasa el tiempo. Esto no se parece a las acostumbradas lluvias intermitentes, esto está aquí para quedarse. Acompañando la lluvia, un fuerte viento racheado hace que mi avance sea más cauteloso, y por tanto, más lento.
Noruega es un país precioso, de eso no me cabe la menor duda, y la mayoría de sus carreteras pasan por paisajes de ensueño. Pero si por algún motivo tienes prisa, seguro que te da un infarto. La lluvia no me da respiro, tan sólo un par de minutos que aprovecho para tirar un par de fotos, porque el paisaje es, como siempre, espectacular. Como tantas veces por aquí, la carretera llega hasta un muelle en donde un ferry está embarcando a los pasajeros, directamente entro sin detenerme. Vaya suerte, porque no me apetece nada quedarme esperando al siguente ferry a la intemperie con esta lluvia. Aprovecho para apuntar que cada vez que me encuentro con un ferry, es una sorpresa para mi. Tracé los tracks que pretendía hacer directamente sobre mapa en Google Earth y los pasé a formato garmin sin fijarme siquiera si había que tomar ferrys o no, y por supuesto, ni puñetera idea de sus horarios, me entero en cuanto llego al muelle. La opción es arriesgada, porque si bien en zonas pobladas los ferrys tienen una periodicidad bastante razonable, no es así en otros lugares. Casi siempre he tenido bastante suerte, pero eso de llegar y besar el santo como hoy aún no me había pasado.
Este tramo de carretera depara algunas sorpresas. Atravieso túneles de casi un kilómetro sin ninguna iluminación en absoluto. Hasta ahora ya me había acostumbrado a entrar en esos túneles de un sólo carril, o carril y medio, iluminados con unas tenues lucecillas en el techo que apenas te dejan ver por donde vas. Como llevo gafas de sol, yo ni siquiera veo nada más que una hilera de luces en el techo. El truco consiste en mantenerse ligeramente a la derecha de esa hilera e ir haciendo las curvas cuando se te indica. Si, los túneles de aquí suelen tener curvas, algunas bastante cerradas. Con este sistema he salvado la mayoría de túneles, pero he de reconocer que si se me cruza un elefante por delante, yo ni lo veo. Me cruzo con muy pocos moteros, probablemente hoy solo salimos a la carretera los que no tenemos más remedio. A la salida del ferry disfruto de unos minutos de secano, hasta parece que el sol va a dejarse ver tímidamente entre los negros nubarrones. Aprovecho este momento para repostar y comer alguna cosa recibiendo los rayos calentitos del astro rey. Estoy cerca de Bergen, una ciudad de obligada visita, pero que yo voy a saltarme porque ya estuve aquí hace dos años. Debo continuar en dirección a Stavanger, aunque no creo que pueda llegar. El día entero bajo la lluvia y el viento me están agotando. Llego a otro ferry también en el momento justo en que va a zarpar. El tamaño del ferry me hace sospechar que el trayecto será más largo que de costumbre, como efectivamente así es. Me siento muy cansado y voy dando cabezadas, cuerpo y mente me están diciendo que por hoy basta. Decido hacer caso a los dos porque al bajar del ferry la lluvia parece haberme esperado y me recibe con nuevos ánimos. Nada más bajar, me alegra comprobar que hay un hotel en el cercano pueblo de Fitjar. Ese será mi destino.

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